top of page

En el Camino andamos. Recuerdos de 1598, 1612 y 1635.


tramo del Camino Real de Tierra Adentro
tramo del Camino Real de Tierra Adentro (fuente: UNESCO)

El presente cuento de nuestro Editor en Jefe, Francisco Sandoval, trata sobre las memorias imaginarias de padre, hijo y nieto que van recorriendo el Camino Real de Tierra Adentro en diferentes épocas, después de meterse de arrieros tras enfrentar la prohibición y los subsecuentes refrendos de sembrar vides y producir vinos en la Nueva España.


Fue presentado bajo el seudónimo de Concepción Aranda en el I Concurso Literario organizado por la vinícola potosina Pozo de Luna y obtuvo Mención Honorífica.


 

Y este canijo burro que viene rengueando, a lo peor sí se me muere. Creo que voy a tener que pasar aquí al Jaralito a ver si me lo toman a cambio por uno que esté sano.


Todo por tenerme que meter de arriero, como mi padre y mi abuelo, que tampoco tuvieron de otra luego de las “sabias” decisiones de los reyes de mandarnos arrancar las vides con las que ya habíamos empezado a trabajar. Primero fue ocurrencia del abuelo, que luego refrendó su padre, y no tuvieron tanto efecto, pero con “el Rey Planeta” no hay quien pueda. Ya hace 7 años lo había intentado y no le había salido, pero ahora con el Real Tribunal del Consulado es imposible tratar. Y menos con su nuevo saltimbanqui, “vuecencia” don Lope, “marqués de Cadereita”, lo que les gusta inventarse, si la acaban de fundar.


Creo que sí me vienen siguiendo. Y ya pasa del ocaso, ya no me van a dejar entrar en San Agustín. Mejor jalo para el Cerro de San Pedro para despistarlos.


Y qué coraje tenerlas que arrancar, sólo porque a vuestra excelencia el Rey Don Felipe se le ocurrió que podría ser competencia para los vinos de allá. ¿Cómo iba a ser? Si nosotros apenas íbamos empezando con las primeras vides que trajo mi abuelo. Luego mandó a traer más mi madre, ella de su amada Castilla, a la que nunca pudo regresar. Esas que maduraban más temprano en el año, lo que nos ayudaba a adelantárnosles a las lluvias. Aquí sí les había gustado, no como allá en Puebla o en Michoacán, donde se pudrían las hojas de lo buena que es la tierra. No, a ellas les gusta lo malo, los días largos del verano, los calorones de la canícula en julio, que llueve poco y la tierra es dura, y este canijo frío que cala en invierno. 


Ay estos mulos que no pueden avanzar rápido, cómo pesa este azogue. Por aquí no voy a poder cruzar, voy a tener que bordear hasta allá por el Jaralito. Igual y de cualquier manera tengo que pasar, a ver si me reciben, ya me va a caer la noche. Qué mal está el camino en esta parte, no hay ni por dónde pasar. “Camino Real” ni qué ocho cuartos, a poco el dichoso Rey andaría por aquí. Ojalá hicieran algo para poder cruzar, cuando llueve está imposible. Yo creo mejor voy a pedir posada en la hacienda, espero me dejen quedar.


Qué chula está la luna, nada como el aire seco de acá para ver bien los astros. Me recuerdan los ojos de mi bisabuela; qué culpa iba a tener mi bisabuelo de enamorarse de ella, sólo por ser india la hacían menos. Mi padre volvió a repetir su “pecado”, prendarse de una india. Pero qué iba a hacer él, si en el corazón no se manda. Y yo, ni modo, castizo, como mi abuelo.


Qué mala decisión, carajo, justo ahora que ya iban bien las plantas. Ya el año pasado habíamos tenido buen rendimiento con esas vides que mandamos traer de la tierra de mi abuelo, con esas uvas chiquitas de jugo colorado. Aunque al final la mitad de la cosecha se perdió, primero por culpa de los pájaros; luego fallaron las barricas, el vino se “cocinó”. No nos lo pudimos tomar, nomás sirvió como vinagre. Y al siguiente año tampoco nada, todos los frutos se los comieron los animales. Un día ya estaban bien maduras y al otro, nomás nada.


O está eso de quedárselas y pagarle de impuestos a la Audiencia dos pesos por cada cien de ganancias, como dicen que están haciendo en Santa María de las Parras allá en el norte, pero eso no es de Dios. Así que mejor dejar que se secaran, pobrecitas, tan bien que iban. 


A ver qué nos depara el nuevo siglo, ojalá que en la Madre Patria cambien la decisión y nos dejen continuar con nuestros esfuerzos. O que con los siglos no se dejen, y de ser necesario, se subleven, pero que no dejen arrancar de nuevo las plantas.


Qué cansancio, esta espalda no me deja en paz. Qué bien que me dejaron quedar por acá, si no todavía tendría que haber andado otras dos leguas para llegar a la Villa de San Luis. De ida como sea, es puro azogue, pero de regreso con esta carga maldita... Andan bravos los salteadores, bien lleno que está el presidio de Tolimán.


Dicen que por el Cerro de San Pedro ya habían sembrado y les había ido muy bien con las uvas. Como hicieron los Quintanilla allá por el Valle de Arista. O mi compadre Francisco allá por Jilotepec, que también iba bien con sus plantitas que trajo de Francia. No como con esas uvas que se empecinó en traer mi abuela, prietas prietas, que no se dieron. Como que les gustaba más el frío, se quemaban con tanto sol de acá. O quién sabe, tal vez habría que haber hecho un vino de esos a los que le añaden alcohol, como el que dicen que están haciendo Don Aldo Verástegui allá por el rio verde. 


Qué bien que sí me cambiaron al burro, espero que el patrón quiera pagármelo, esto de andar de arriero nomás no deja. Tal vez en un futuro, con el correr de los años se vuelva a desarrollar el vino en estas tierras, esto no puede durar para siempre. Yo me haría de esas tierras que están aquí abajo para fincar una hacienda, la nombraría en honor al pozo ese que está enmedio, Pozo de Luna…


 

bases del I Concurso Literario Pozo de Luna
bases del I Concurso Literario Pozo de Luna

ganadores I Concurso Literario Pozo de Luna
anuncio de los ganadores en la página de Facebook de la vinícola

 

Comentarios


bottom of page